
«Ya no compartimos nada, no hacemos más que discutir, podría contar las relaciones sexuales con los dedos de una mano, no se fija en mí, no tenemos gestos de cariño el uno con el otro, …”.
Estas son algunas de las múltiples quejas que pueden hacer los miembros de una pareja en crisis. Y es que la rutina, el estrés, las responsabilidades, etc., pueden provocar, con relativa facilidad, carencias entre dos personas que comparten una relación.
Una relación de pareja es como una balanza, tiene sus cosas buenas (“positivo”) y sus cosas malas (“negativo”). Para que nos merezca la pena la relación y nos sintamos felices y satisfechos con nuestra pareja, lo “positivo” tiene que estar ligeramente, al menos, por encima de lo “negativo”.
Una posible comparación sería asimilar la relación de pareja a una cuenta bancaria:
“Abrimos una cuenta en el banco por iniciativa propia, sin que nadie nos obligue, así como iniciamos una relación por decisión propia; cuanto más dinero ingrese en la cuenta de primeras, más facilidades me ofrecerá el banco, así como cuanto más me involucre en una relación desde un principio, más posibilidades tendré de que evolucione correctamente; es necesario ir haciendo ingresos de manera periódica en la cuenta para que cuando lleguen las facturas no se quede en números rojos, así como es importante ir cuidando lo “positivo” en la pareja para que cuando llegue lo “negativo” (problemas económicos o laborales, enfermedades, dificultades, etc.) la pareja esté unida y pueda afrontarlo adecuadamente”.
Estar en pareja puede llegar a ser complicado y desestabilizador, hasta el punto de hacernos dudar de si seguimos queriendo a esa persona o, simplemente, nos hemos acostumbrado a ella.
Existen cuatro factores que nos ayudan a detectar el índice de satisfacción en una relación de pareja:
1) Intercambio de reforzadores: compartir experiencias positivas, hacer y recibir palabras y gestos de cariño, rememorar momentos simbólicos de la relación, etc., provoca unión entre los miembros de la pareja. Cuidar lo “positivo” facilita y ayuda a hacerle frente a lo “negativo” (cuando aparece).
2) Comunicación: es importante que ambos miembros de la pareja compartan anécdotas, sentimientos positivos y negativos, hagan peticiones directas sobre comportamientos específicos, escuchen activa y empáticamente al otro, etc. La comunicación es una de las bases más importantes en una relación de pareja.
3) Habilidades para resolver problemas: puesto que la vida conlleva problemas y, con ellos, la necesidad de tomar decisiones, una pareja que sepa superar obstáculos y buscar soluciones, tanto de forma individual como conjuntamente, tiene menos riesgo de sufrir un distanciamiento.
4) Capacidad para la negociación: siempre se ha dicho que cada uno venimos “de nuestro padre y de nuestra madre”. Por esta sencilla razón, lo más probable es que no siempre se compartan los mismos puntos de vista con la pareja. Cuando se tienen intereses diferentes, es crucial saber negociar y llegar a acuerdos “tú ganas-yo gano” con los que ambos miembros puedan sentirse satisfechos.
La terapia de pareja va destinada a detectar y practicar cada una de estas habilidades que pueda estar fallando en la relación, con el fin de potenciar el cariño y el respeto mutuos y generar sentimientos positivos entre los miembros de la pareja.